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Romanticismo

El Romanticismo

LA “COSMOVISIÓN” ROMÁNTICA

En sentido positivo, como toda tendencia cultural, el Romanticismo fue en primer lugar una cosmovisión o forma de entender el mundo y la sociedad; es decir una determinada visión de la realidad que rodea al ser humano (no solamente una tendencia o escuela artístico-literaria).
Según los críticos el Romanticismo, como tal, fue un movimiento originado en Inglaterra y, sobre todo, en Alemania a finales del s. XVIII, desde donde se extendió por el resto de Europa desde principios del s. XIX. Ya desde sus orígenes el Romanticismo implicó:
* El fin del “orden clásico” con su dominio de la monarquía absoluta, la razón y la normativa.
* La instauración de la democracia, la libertad y la voluntad individual
* El predominio del “yo” (subjetivismo) idealista frente a la realidad exterior, rompiendo así con el objetivismo racionalista.
* Culto al nacionalismo político frente a las pretensiones universalistas ilustradas.
* La reivindicación del Cristianismo y la Historia de Europa frente a la Historia Clásica (greco-latina).
* La imitación de nuevos modelos (Shakespeare, Calderón, Dante, etc.) frente a los greco-latinos.
* La proclamación absoluta de la libertad individual frente a todo tipo de reglas (sociales, artísticas, morales, etc.)
Para otros críticos “el romanticismo surgió como una tendencia consciente y militante de las  artes  en Inglaterra,  Francia y Alemania hacia 1800 (al final de la década de la Revolución francesa) y sobre una zona mucho más amplia de Europa y América después de Waterloo. Fue precedido  antes  de la  Revolución (también  en Francia y Alemania sobre todo) por lo que se ha llamado  el  pre-romanticismo  de  Juan  Jacobo Rousseau, y el movimiento ”Tempestad y violencia” (“Sturm und Drag”) de los jóvenes poetas  alemanes. 
Probablemente,  la  era revolucionaria de 1830-1848 conoció la mayor boga europea del romanticismo. En un sentido amplio, éste dominó varias de las artes creadoras de Europa, desde los comienzos de la  Revolución francesa. Sin embargo, aunque no esté claro lo que el romanticismo quería, sí lo está lo que combatía: el término medio. Todo su contenido era un credo extremista. Los artistas y pensadores románticos en su  más estricto sentido se  encuentran  en la extrema  izquierda, cómo el poeta  Shelley, o en la extrema derecha, como Chateaubriand y Novalis, saltando  de la izquierda a la derecha como Wordswordth, Coleridge y  numerosos  partidarios desilusionados de la Revolución francesa, saltando de la monarquía a la extrema izquierda como Víctor Hugo, pero rarísima vez entre los moderados o liberales del centro racionalista. No sería excesivo llamarle ‘credo antiburgués’, pues el elemento revolucionario y conquistador de las promociones jóvenes que llegaban a atacar al cielo, fascinaba también a los románticos. Napoleón se convirtió en uno de sus héroes míticos, junto a Satán, Shakespeare, el Judío Errante y otros pecadores más allá de los límites ordinarios de la vida. El elemento demoníaco en la acumulación de dinero del capitalismo, la ilimitada e ininterrumpida aspiración al más, por encima  de  todo cálculo y  todo freno racional,  la necesidad de grandes extremos de lujo, les encanaba. Algunos de sus héroes más característicos, Fausto y Don Juan, compartían su implacable ansiedad.
Así pues, una vez que la sociedad burguesa triunfa  de hecho en las Revoluciones francesa e industrial, el romanticismo se convirtió indiscutiblemente en su enemigo instintivo y en justicia puede ser considerado como tal”.
De una u otra forma, el Romanticismo afectó a todos los órdenes de la vida. Con él se invirtió la relación entre el ser humano y la realidad que le rodea. Desde el Romanticismo será el “yo” del individuo, su interioridad la que domine y modele el mundo exterior y no al revés. Ese domino sobre el mundo es lo que, según los románticos, hace libre al ser humano.
La libertad, como meta máxima de los románticos, ha pervivido desde entones a través de la historia en el “mundo occidental”: liberación del individuo frente a la sociedad, de la mujer frente al hombre, de la región frente a la nación, de la nación frente al imperio, de la colonia frente a la metrópoli, del obrero frente al patrón.
Pero, a su vez, toda deseo de liberación suele conllevar sentimientos como la soledad, la incomprensión, etc. Romper con lo establecido para liberarse comporta también pesimismo, melancolía, vacío, insatisfacción. Los románticos fueron los primeros en desear y sentir todo ello (el llamado “mal du siècle”).
De forma genérica, puede decirse que la “cosmovisión romántica” se caracteriza por los siguientes rasgos:
Individualismo
El sentimiento individualista -mucho mayor en esta época que en el s. XVIII pero menor que en el s. XX- es el verdadero “foco cosmovisionario” o núcleo de la cosmovisión romántica.
El individualismo se entiende como el sentimiento que todo ser humano tiene de si mismo y de su “yo”, de sus diferencias para con los demás. Individualismo como auto-conciencia.
Se entiende entonces el gusto romántico por todo aquello que esté fuertemente individualizado, que tenga “color local” y carácter propio.
- Lo popular. Desarrollo del costumbrismo: lo repre-sentativo y lo “típico”: Estebánez Calderón o Mesonero Romanos en España, por ejemplo.
- Regionalismo y Nacionalismos (nacidos políticamente como sistema de oposición a los imperios del “Antiguo Régimen”  en Europa): Lord Byron en Grecia, casos de Italia, Irlanda, Hungría, Servia, Croacia, Alemania, Países Nórdicos, Polonia, etc.
- Auge de las lenguas y literaturas vernáculas (Cataluña, País Vasco, etc.), como consecuencia de lo anterior.
En el caso del ser humano, los románticos están convencidos de que lo que nos diferencia de los demás y nos da personalidad reside en nuestro interior, nunca en las apariencias externas (se verá con más detalle al hablar del irracionalismo, el subjetivismo, la inspiración, etc.)
El individualismo romántico llevará muchas veces a que el artista adquiera una actitud “endiosada”: el artista llegará a considerarse la cúspide de su sociedad, casi dotado de poderes mágicos y conocimientos ocultos.
En general, puede decirse que este fuerte individualismo también se ve favorecido por los acontecimientos sociales de la época: por ejemplo los avances técnicos que siguen a la revolución industrial inglesa (s. XVIII) o los derechos políticos que se generalizan a toda la sociedad tras la Revolución Francesa (1789).
 Irracionalismo
Éste es uno de los rasgos más novedosos del Romanticismo frente al pasado.
Frente al racionalismo universalizador del s. XVIII (la razón como única fuente de conocimiento de lo universal y lo genérico), los románticos se declaran fuertemente irracionalistas.
Influidos por el pensamiento de Fichte, Rousseau, Herder, etc., creen que la fe es la forma de conocimiento superior, un conocimiento que no requiere siquiera del examen empírico previo.
Por otro lado, el romántico se declara enemigo de toda generalización o abstracción. Así, por ejemplo, se repudian las preceptivas artístico-literarias tan en boga en el s. XVIII o cualquier otro tipo de normativa.
Como consecuencia de todo ello, se concibe el arte como una actividad portadora de un significado oculto y misterioso, superior, no racional.
Claros ejemplos son Schelling, Scheller, Schlegel, Göethe, Humboldt, Novalis, Nerval, etc... En España destaca, en este sentido, la poesía de Bécquer.
 Historicismo
Frente al espíritu generalizador y normativo del s. XVIII, el Romanticismo intenta conocer y dignificar todo lo concreto.
Así, por ejemplo, los ilustrados consideran del hombre sólo su razón y, a través de ella, se le proyecta fuera del tiempo y el espacio. El ser humano es, para ellos, una realidad abstracta y genérica. En cambio, los románticos consideran a cada ser humano -no al ser humano en general- como algo irrepetible que está en un determinado contexto espacio-temporal también irrepetible. Como el hombre, para el romántico, también cada momento de la historia es irrepetible.
Buena parte de la producción artística romántica está ambientada en determinados momentos del pasado, en especial la Edad Media y el s. XVII en España (W. Scott y la novela gótica, Don Juan, los romanceros, etc.), que pasan a ser vistos como “tiempos dorados” (gusto por lo ruinoso).
 Subjetivismo: grandeza y sinceridad
Como consecuencia directa del individualismo romántico, se desarrolla en gran manera el subjetivismo:
  INDIVIDUALISMO Conciencia que cada hombre tiene de su “yo”  
  SUBJETIVISMO Importancia que cada hombre da a su “yo” y, sobre todo, a su interioridad.
Tan importante es la subjetividad para el romántico que puede decirse que no le importa el mundo, la realidad, sino “la impresión que el mundo, la realidad le producen”
MUNDO
El “no-yo”. Sólo importa como generador de sentimientos
YO”
El sentimiento, la impresión
El romántico se interesa especialmente en aquello del mundo-realidad que le impacte de modo especial: de ahí que la infinitud, la grandeza, lo peligroso, lo deforme, etc., gocen del gusto romántico (el mar, las montañas, las tormentas, la muerte, la pasión, los personajes monstruosos, etc.)
De esa relación entre realidad y “yo” del artista surge en esta época la técnica del “corelato subjetivo”, muy utilizada en literatura y artes plásticas en adelante.
Por otra parte, del subjetivismo romántico se desprende el deseo de sinceridad que el artista tiene cuando comunica sus sentimientos con la obra de arte.
De este deseo de sinceridad que muestra el artista romántico nace la repetida confusión que en literatura suele producirse entre el “yo-autor” y el “yo-narrador” (relato) o “yo-hablante lírico” (poesía). Si el primero pertenece a la realidad histórica, los segundos pertenecen a la ficción artística (dos planos que el escritor romántico se afana en confundir premeditadamente con sus deseos de sinceridad).
Libertad:  inspiración y revolución
Frente a la vigencia de las preceptivas, modelos, reglas y academias en el s. XVIII, el artista romántico se declara absolutamente libre y transgresor. El concepto de “creación” sustituye, para él, al de “mimesis”.
La inspiración es, entonces, el motor de toda creación artística; pero, a su vez, esa inspiración romántica se rige por los instintos del artista.
Tal vez se deba a ello el predominio que, durante el periodo romántico, se da por parte de la poesía, las cartas y las memorias frente al teatro y al relato
Por otra parte, y como otra de las consecuencias del culto a la libertad, el artista romántico suele ser, no sólo un innovador en el terreno artístico, sino también un revolucionario en lo socio-político. Tras su exigencia de libertad absoluta reside el intento de romper con todas las convenciones estéticas y sociales de su época. Ejemplos de ello son Lord Byron en Inglaterra o Espronceda y Larra en España.
Desengaño y desilusión
Como norma, el romántico es un inadaptado, alguien que se siente constantemente solo e incomprendido: sentimientos de matiz negativo como la depresión, el desencanto, la melancolía o la decepción suelen caracterizarle.
Se trata, en todo caso, de respuestas pasivas del “yo” ante el mundo-realidad y, que, con bastante frecuencia acaban acercándose a la muerte (Larra, Byron, Mary Shelley, etc.), la desesperación o la locura.
Otras veces estas respuestas pasivas se traducen en actitudes distantes ante ese mundo que les disgusta: humor, ironía, desprecio, sarcasmo, burla, chiste, idealización fantasiosa (la rima XI de Bécquer es un buen ejemplo) o la huida.
- Hacia el pasado: medievalismo.
- Hacia el futuro: Jules Verne.
- En el espacio: exotismo-orientalismo.
En definitiva, este tipo de actitudes y sentimientos son resultado de una visión a menudo maniquea de la realidad (Sancho Saldaña, las novelas góticas inglesas, por ejemplo).
El “YO” romántico es, por definición, desarraigado, desamparado en un entorno social materialista, deshumanizado y hostil, regido sólo por la ley de la oferta y la demanda. En ese sentido, el mismo entorno comercial de la literatura (ediciones, colecciones, éxito de ventas, etc.) asquea al escritor, que considera el arte como un lujo inútil y privilegiado al margen de las layes capitalistas que dominan la sociedad del momento.
 Solidaridad
Frente a estas huidas del “yo”, otro tipo de respuesta más activo es el típicamente revolucionario (Byron en Grecia o Espronceda en las barricadas parisinas).
El compromiso solidario de algunos artistas románticos (no todos, ni mucho menos) nace de esa relación problemática entre mundo y “yo” de la que ya hemos hablado.
De esta cosmovisión participan multitud de artistas que, en la época romántica, se suceden por toda Europa. Los más representativos serían:
·  NOVELA: Alejandro Dumas, Walter Scott, Victor Hugo, Mary W. Shelley, Hoffmann, hnos.
Grimm, Dickens, Hans Anderssen, E. Allan Poe, H. Melville,  hnas. Brönte, Turgueniev, etc.
·  POESÍA Y TEATRO: Lamartine, Pushkin, Chateaubriand, Leopardi, Heine, Hölderlin, Schiller, Byron, Keats, Schelley, Göethe, Schlegel, Novalis, Mme. de Stäel, “Ossian”, “George Sand”, A. de Musset, Coleridge, Nerval, A. de Vigny, Blake, Wodsworth, Petöefi, Thackeray, etc.
·  ARTES PLÁSTICAS: Delacroix, Thurner, Géricault, G. D. Friedrich, Daumier, Constable, etc.
·  MÚSICA Y ÓPERA: Beethoven, Schubert, Mendelsohn, Schumann, Brhams, Berlioz, Wagner, Offenbah, Bizet, Rossini, Donizetti Glinka Liszt, Bellini, Weber, Mérimée,  Verdi, Chopin, etc.

 LA ESTÉTICA ROMÁNTICA: la literatura

Los elementos más característicos de la literatura romántica son, en general:
·  Concepción individualista del arte: ello lleva a que todo objeto artístico -los textos literarios, por ejemplo- estén fuertemente teñidos de subjetividad. El arte se convierte en el contexto de la liberación subjetiva del “yo” romántico.
·  De ahí, por consiguiente, que la literatura romántica sea, primordialmente, sentimental y/o apasionada. El arte como expresión de la vida interior del individuo. Literatura, pues, exhibicionista, impúdica. En este sentido, los sentimientos mostrados suelen ser negativos: el artista romántico expresa la imposibilidad de vivir su ideal en el presente. La existencia entonces pierde valor y aparece el deseo de morir, la melancolía, la soledad, etc.
·  La otra gran tendencia temática de la literatura romántica es la historicista: el romántico escribe, preferentemente sobre la historia de su propio país -la Edad Media y el s. XVII sobre todo-. Se suele ver en ello una especie de “escapismo” del artista frente al desagradable presente. En este sentido, los hechos históricos forman el telón de fondo de la historia, lo que da mayor verosimilitud a la trama argumental propiamente. El pasado se enfoca a menudo como un tiempo en el que valores como el honor, etc., tenían vigencia. La temática historicista se desarrolló en la poesía narrativa y, sobre todo, en la novela: la llamada “novela histórica” es una forma narrativa originada en esta época.
·  Tendencia a la irracionalidad: ya que se trata de expresar la interioridad del “yo”, se acepta que esa vida interior (pasiones, sueños, fantasías, sentimientos, etc.) nunca está regidas por la razón.
·  El siguiente paso, dentro de esta tendencia, será dado, ya en pleno siglo XX, por los surrealistas: mientras que el escritor romántico expresa lo iracional-subjetivo de forma racional, (en lo que respecta a la expresión lingüística, se entiende) aquéllos lo harán con un lenguaje pretendidamente irracional[2]. La consecuencia que se deriva de ello afecta al la “implicación” del lector en la recepción, comprensión e interpretación del texto literario: un texto de la época romántica suele exigir un “esfuerzo” lector mucho menor que un texto surrealista.
·  El escritor romántico intenta expresar de forma inteligible lo que, en suma, es irracional. De ahí que un motivo recurrente en la literatura romántica sea la incapacidad expresiva de las palabras, sobre todo en el caso de la poesía (Bécquer, Espronceda, etc.)
·  La incapacidad del lenguaje para expresar la subjetividad del artista suele ser, en si mismo, un tema típico de la literatura romántica.
·  Como las palabras son un mecanismo expresivo insuficiente o inexacto, el artista romántico recurre frecuentemente a los símbolos: la luna, el mar, las cumbres montañosas, la noche, el silencio, las ruinas, etc., son los más frecuentes.
·  El uso de este tipo de símbolos hace que el arte romántica manifieste una fuerte tendencia al paisajismo. Pero el paisaje no es sólo una referencia a la realidad circundante, sino que, sobre todo, se traza un correlato subjetivo entre éste y los sentimientos que el artista intenta comunicar/expresar. El entorno, el mundo, la realidad tienen siempre un significado oculto.
·  La estética romántica se fundamente en la “inspiración” del artista, un “ego” superior que tiene en ciertos momentos un conocimiento “mágico” de la realidad que es inalcanzable para los demás. Elitismo.
·  Formalmente, la estética romántica es iconoclasta; es decir, tiende siempre a la innovación y la ruptura de las tradiciones y convenciones del pasado (en especial las de las preceptivas artístico-literarias del s. XVIII): se trata, en todo caso, de proyectar el espíritu del artista en la materia y la forma del objeto artístico. Así se tiende a mezclar en el teatro verso y prosa, lo trágico y lo dramático; en la poesía aparece el poema narrativo que se confunde muchas veces con el relato breve, dando lugar a la “leyenda”; etc.
Muchos de estos elementos, innovadores en su gran mayoría respecto a la tradición literaria inmediata, han sido reivindicados y utilizados después (el Modernismo en España, el Simbolismo de principios de siglo en Francia, el Surrealismo, por ejemplo).
 

EL CONTENIDO DE ESTA SECCIÓN ES UNA ADAPTACIÓN DE

Y DE
 
BIBLIOGRAFÍA

¨Abrams, M. H., El Romanticismo: tradición y revolución, Visor, Madrid, 1992.

¨Bloom, H., "The internalization o Quest-Romance", en Romanticism and Conciousness, New York, Norton, 1970.

¨Bowra, C. M., La Imaginación romántica, Taurus, Madrid, 1972.

¨Béguin, A., El alma romántica y el sueño, Fonde de Cultura Económica, Madrid, 1993.

¨Gras Balaguer, M., El Romanticismo, Montesinos, Barcelona, 1988.


Contexto histórico del romanticismo español

También en España el surgimiento del movimiento del romanticismo literario estuvo fuertemente vinculado a la evolución de los sucesos históricos, y especialmente al surgimiento del nacionalismo como un fenómeno político occidental preponderante en el Siglo XIX.
Como en muchos otros componentes de la historia de la España moderna, el surgimiento del romanticismo español, se vincula fuertemente con la caída de Napoléon luego de su derrota en Waterloo; y la evolución de la sociedad española luego de la desaparición del gobierno impuesto en la península ibérica por las invasiones napoleónicas.
Las Revoluciones Francesa y Norteamericana de fines del Siglo XVIII, impulsaron el surgimiento de corrientes de pensamiento liberal, republicano y antimonárquico en casi toda Europa. Por otra parte, la oposición al bonapartismo y a las ideas republicanas, estuvo dirigida por la Santa Alianza, que apoyó a los monarcas absolutistas en los principales Estados europeos.

Cuando en 1833 muere el Rey Fernando VII, que a pesar de haberse aprobado una Constitución de Cádiz en 1812 había restablecido la monarquía absolutista, estalló en España la primera de las Guerras Carlistas, en que luego de 7 años los partidarios de que ascendiera al trono español el hermano del rey, fueron derrotados por los partidarios de Isabel, hija de Fernando VII.
A la derrota de los Carlistas siguió una etapa de gran inestabilidad política, pautada por una fuerte corriente antimonáquica que desembocó en la revolución de 1868 que dejó al General Prim como hombre fuerte. Luego de dos años de una inestable monarquía bajo el reinado de Amadeo I de Saboya, sobrevino la Primera República, que no alcanzó a durar un año; y que fue seguida por otro gobierno revolucionario encabezado por el Gral. Serrano.
Asesinado Prim en 1871, el gobierno pro-monárquico de Cánovas del Castillo restableció la monarquía proclamándose rey en 1874 a Alfonso XII, hijo de Isabel y nieto de Fernando VII. La situación militar internacional de España fue altamente negativa, debiendo enfrentar la Guerra de Cuba con EE.U. y la de las Filipinas, ambas perdidas en 1898.
Cabe considerar que los comienzos del romanticismo español lo constituyen los poemas escritos hacia 1823 por José Joaquín de Mora, por entonces desterrado en Londres; a quien se señala como uno de los tres impulsores iniciales del romanticismo, conjuntamente con Alcalá Galiano y Blanco White.

A la muerte de Fernando VII retornaron a España un grupo de políticos e intelectuales liberales, y comenzó a publicarse en Madrid una revista literaria de orientación romántica, llamada “El Europeo” en que aparecen, entre otras, las obras de Mariano José de Larra. En los años de 1830 y 1840 aparecen las principales obras clásicas del período inicial del romanticismo español, especialmente las de Zorrilla, Espronceda, Bretón de los Herreros, Mesonero Romanos. Poco después aparecen las obras de Bécquer, la gallega Rosalía de Castro, de Miguel de Campoamor y de Núñez de Arce.
El período de oro del romanticismo español se prolonga hasta la época de publicación del célebre “Don Juan Tenorio”, de José Zorrilla, aparecido en 1844; pero indudablemente, los factores esenciales del movimiento romántico permanecen firmemente arraigados, y en alguna medida, se manifiestan en buena parte de la literatura posterior.

La generación romántica
Los años gloriosos del romanticismo español van de 1834 a 1844. Con la muerte de Fernando VII acaba el absolutismo y madura un depósito de ideas que han ido introduciéndose en España desde 1800 por lo menos. En una década el romanticismo transforma el panorama cultural, social y político español. Se inicia con una obra de teatro, La conjuración de Venecia de Martínez de la Rosa, y acaba con Don Juan Tenorio de Zorrilla. Entre estas dos fechas escriben Larra, Espronceda, Zorrilla, etc.
E. Allison Peersadmite la existencia de una generación romántica, pero niega que hayan tenido conciencia de grupo con una intenciones, unos objetivos determinados y una estrategia para lograrlos. Por eso lo ve como un movimiento con escasa vitalidad.
Ricardo Navassitúa el fin del neoclasicismo hacia 1830; el romanticismo entre 1830-50; el postromanticismo entre 1850-75; y el realismo entre 1875-98.
La generación romántica incluye el grupo de los "viejos", nacidos antes de 1800 (Martínez de la Rosa, Duque de Rivas, Fernán Caballero, Bretón de los Herreros, etc.); y el de los "jóvenes", nacidos entre 1800-1810: Larra, Espronceda, Gil y Carrasco, Arolas, Ventura de la Vega, etc.
Los primeros son los hombres de las Cortes de Cádiz, responsables de la Constitución de 1812. Comenzaron su carrera como neoclásicos y se hicieron románticos en la emigración. Introducen el romanticismo en España.
Los segundos todavía reciben la educación neoclásica del buen gusto y la moderación, pero son liberales entusiastas y llevan al romanticismo el entusiasmo juvenil y el ardor. Los mejores murieron temprano, como Larra y Espronceda.
También puede hablarse de un tercer grupo, los nacidos entre 1810-20. Se educan en pleno fervor romántico y admiran a Larra y Espronceda. Son favorables a un orden estable, buscan un romanticismo menos agresivo, más histórico y tradicional, más conservador. Han vivido las guerras carlistas y las luchas entre moderados y progresistas. Adolecen de un cierto desencanto por las ideas radicales. Son los Zorrilla, Campoamor, etc.
Aunque les separan treinta años a unos de otros, aunque cada uno hizo una literatura con matices propios, aunque no hubo un líder claro (casi lo fue Espronceda), es evidente que llevaron a cabo una transformación importante en la sociedad y en la literatura.


EL ROMANTICISMO ESPAÑOL: HISTORIA

1. Los orígenes

La polémica Böhl de Faber-Mora: Aunque antes de 1814 ya habían penetrado en la península algunos elementos románticos como el ossianismo, el mal del siglo o la sensibilidad ante la naturaleza, es ese año el que marca el primer paso firme hacia el nuevo movimiento con la polémica sostenida entre Böhl, alemán establecido en Cádiz, y Mora, ilustrado. El alemán defendía a Calderón de la Barca y el romanticismo, mientras Mora se le oponía en nombre del buen gusto y del arte clásico. Es la primera escaramuza entre clásicos y románticos.
El Trienio liberal (1820-23): España volvió en 1820 al liberalismo por tres años. En tan corto espacio de libertad aparecieron tres hitos románticos: Mis ratos perdidos (1822) de Mesonero Romanos, primera manifestación del costumbrismo; El Europeo (1823-24), periódico cultural con colaboradores españoles, ingleses e italianos: intento cosmopolita de difusión de los grandes autores románticos, de sus doctrinas y de la vida literaria europea. Y, finalmente, la primera novela histórica original española, Ramiro, conde de Lucena (1823), de Humara y Salamanca, que incorpora rasgos típicamente románticos como el medievalismo, el orientalismo árabe y el sentimentalismo.
La década ominosa (1824-1833): El recrudecimiento del absolutismo borbónico frenó el desarrollo del romanticismo. Con la censura y la falta de libertad rebrota el neoclasicismo y muchos liberales se ven forzados a emigrar a París o Londres, donde se convierten en románticos y contribuyen, al volver a la muerte del rey, al triunfo del romanticismo en España.
Dentro del país aumentan las traducciones de Byron, Scott y otros románticos gracias al editor valenciano Cabrerizo y al barcelonés Bergnes de las Casas. Larra publica sus periódicos costumbristas a partir de 1828, y en Barcelona aparece El Vapor, que reúne a los románticos catalanes y en donde se publica la "Oda a la Patria" de Aribau.
Es tiempo de sociedades y tertulias, como la liberal "Los numantinos", en la que Espronceda y sus amigos hacían política liberal y exaltada. En torno a una mesa del Café del Príncipe se formó en 1829 la importante tertulia romántica El Parnasillo.
En 1828 publica Agustín Durán su Discurso, donde defiende el teatro antiguo español frente a las descalificaciones clasicistas con criterios románticos. Publicó, asimismo, sus importantes Romanceros populares antiguos.
En 1829, Donoso Cortés pronunció un Discurso de apertura en el Colegio de Humanidades de Cáceres, defendiendo al romanticismo como esencia europea frente al clasicismo.
En 1830 publica Ramón López Soler Los bandos de Castilla, imitación de Scott y continuadora de la novela histórica autóctona. Martínez de la Rosa estrena Abén Humeya en París y publica La conjuración de Venecia con unos Apuntes sobre el drama histórico, que va abriendo paso al género histórico en el teatro.
Se dan a conocer a partir de 1828 los costumbristas Larra, Mesonero y Estébanez Calderón e impulsan el género.
Comienza la reivindicación de las lenguas y culturas catalana y gallega.


2.El triunfo romántico

Para Peers no hubo tal: el romanticismo duró apenas diez años. Apareció con Don Álvaro y terminó con Don Juan. Le sucedió un eclecticismo que seleccionaba lo bueno de ambos bandos (clásicos y románticos) y entronizaba el justo medio.
Pero la generación romántica cambió, en diez años, el panorama cultural y literario español. Acabó con las reglas clasicistas y el afrancesamiento, impuso la libertad expresiva. Larra, Espronceda, Rivas o Zorrilla son los padres de la modernidad literaria española.
Poco público lector y la pervivencia de la censura hacen difícil la vida del escritor. A diferencia de París o Londres, era muy complicado vivir exclusivamente de la pluma, y el escritor tenía que combinar su oficio literario con el periódico, el empleo público o la política. La literatura, las letras, frecuentemente no eran sino un medio para conseguir destinos más jugosos. No fue posible, en general, el escritor puro, independiente, como Larra, Zorrilla o Espronceda. Y la literatura se tornó acomodaticia tras el triunfo del liberalismo.
El pensamiento y la literatura gozó de gran prestigio social durante el romanticismo. A ello contribuyeron en Madrid dos instituciones creadas por entonces: el Ateneo (1835) y el Liceo (1837). Ambos centros culturales difundieron las más novedosas ideas y fueron ejemplo de tolerancia ideológica.
Las disputas entre clásicos y románticos se agudizaron a partir de 1833. En 1834, además del estreno de Macías, de Larra, y de La conjuración de Venecia de Martínez de la Rosa, el Duque de Rivas publicó El moro expósito con un prólogo de Alcalá Galiano que pasa por ser un manifiesto romántico.
El estreno de Don Álvaro en 1835 desató una enconada reacción por parte de los clasicistas, que atacaron la obra. Los románticos contaban con una revista militante fundada en 1835, El Artista, desde la que defendieron el teatro romántico y atacaron a los clasicistas. Espronceda publicó en él su celebrada sátira "El pastor clasiquino".
Los clasicistas achacaban al romanticismo su inmoralidad, y poco a poco los románticos, ya en el poder, fueron moderándose, como demuestra la revista No me olvides, continuadora de El Artista, donde colaboran Zorrilla, Hartzenbusch y Campoamor. Donoso Cortés intenta conciliar ambas tendencias, lo que fue difícil, como evidencian los nuevos ataques de Lista a los románticos.
Contra los excesos románticos proliferaron también famosas sátiras como las de Larra ("El casarse pronto y mal"), Gorostiza ("Contigo pan y cebolla"), Bretón de los Herreros ("Todo es farsa en este mundo") y Mesonero Romanos ("El romanticismo y los románticos"). Se satiriza al romántico tal y como la moda lo había caracterizado: melenudo, ojeroso, pálido, leyendo versos a la luna.
El romanticismo reaccionó contra la rígida separación de géneros clasicista en nombre de la libertad y la naturalidad. Se proclamó el derecho a mezclar los géneros y se negaron las reglas que querían encauzar el genio. Se consagró el relativismo como principio fundamental de la creación literaria. En el teatro se puso de moda el drama, en el que se funden elementos trágicos y cómicos; se toleró en él la poesía lírica; se mezcló prosa y verso y sólo solía respetarse la unidad de acción. En poesía se mezcló también el tono serio con el festivo, introduciendo la ironía como recurso apto para expresar el desengaño romántico. Se experimentó con la métrica y se aceptaron todo tipo de palabras, incluso las consideradas antipoéticas o vulgares. Espronceda cultivó el diálogo dramático en sus poemas narrativos, y sus héroes épicos ya no tenían por qué ser aristócratas: podían pertenecer al pueblo.
Los románticos inventaron el fragmento, expansión espontánea del alma del artista desgajada de todo cuerpo unitario.

3. EL ROMANTICISMO TARDÍO

Década de los años 60. Últimos años del reinado de Isabel II. Gobierno de González Bravo. Años pre-revolucionarios. 1868: Sexenio Revolucionario. Amadeo I de Saboya. I República Española. Restauración borbónica: Alfonso XII.
Son los años de G. A. Bécquer. Rosalía de Castro. Últimas obras de Zorrilla. Años iniciales del “Realismo” (novela).

El teatro romántico

 

Varios ingenios del periodo romántico cultivaron la comedia moratiniana de costumbres. Fue Bretón de los Herreros el mejor, junto a Gil y Zárate, Ventura de la Vega, etc. Éste último la transformó con resortes románticos, la situó en esferas sociales elevadas y así creó la "alta comedia" con El hombre de mundo (1845).
Sobrevivió el melodrama dieciochesco (La conjuración de Venecia, de Martínez de la Rosa) y se cultivó la tragedia, la comedia ligera o vaudeville (Scribe) y la comedia de magia, de inmenso éxito (La pata de cabra, de Grimaldi).
El drama romántico trajo la novedad de intentar ser un drama natural y no artificial, verdadero, reflejo de la vida. Un drama que quiso ser guía social, defendiendo la libertad y la autenticidad, comprometido con los derechos del hombre, dispuesto a establecer la conciencia del individuo por encima de leyes escritas. El drama romántico fue eminentemente social, enraizado en los conflictos de su tiempo, ante los cuales asumió una actitud. Contrastó la estructura social existente con los principios nuevos en busca de un mundo mejor, más feliz. Normalmente condenó a la sociedad española arcaica, conservadora.
Defendieron la libertad frente a la represión tiránica obras como La conjuración de Venecia (1834) de Martínez de la Rosa, Simón Bocanegra (1843) de García Gutiérrez y Juan Lorenzo (1865), del mismo autor.
La lucha de clases, la brutalidad de las dominantes y la opresión sobre los débiles son temas tratados en Dón Álvaro (1835) de Rivas y El trovador (1836) de García Gutiérrez.
Se proclama la primacía del individuo sobre los códigos morales en Macías (1834) de Larra, Los amantes de Teruel (1837) de Hartzenbusch o Don Juan Tenorio (1844) de Zorrilla.
Todo ello desató la enemiga de los sectores conservadores, que veían estos personajes e ideas como horrendos y monstruosos.
Este teatro social fue, sin embargo, historicista. Lejos de la vida coetánea, al pasado llevaron los problemas y desde él analizaron el presente. Se trata, pues, de un drama histórico. Pero la Historia no les interesó demasiado en sí misma, sino como lección relacionada con temas aplicables al presente.
Vacilaron los románticos entre el empleo del verso o la prosa en sus dramas históricos. Se impuso la solución usada en Don Álvaro de mezclar verso y prosa, como en Shakespeare.

El drama romántico tuvo su vigencia entre 1834-1844, y su triunfo ocasionó reacciones adversas literarias, por no ajustarse a las reglas, y sociales, por propagar ideas disolventes. Se criticaba, sobre todo, la influencia dañina francesa de Hugo y Dumas, a quienes se traducía.
Se abogó por un teatro nacional que estudiara las costumbres del dia y no la historia pasada. Es la dirección que inauguró Ventura de la Vega con El hombre de mundo. La "alta comedia" discutía problemas actuales sin ropajes historicistas. En conclusión, el drama romántico transformó la escena española y se recicló en la "alta comedia".

La poesía romántica

La lírica romántica desterró el amaneramiento y superficialidad de la poesía neoclásica. El poeta podía dejar volar libremente su fantasía sin sujetarse a modelos ni normas, buscando tan sólo la expresión auténtica de su alma, sus sentimientos más sinceros. Lo importante era ser original y dejarse llevar por la inspiración y no imitar o elaborar trabajosamente las formas.
El Yo halló en la poesía el cauce ideal para desnudarse sentimentalmente en un neurótico exhibicionismo: hablar de sí mismo, de sus ilusiones, amores; o proyectándose hacia los demás, de su compasión por los oprimidos, de sus preocupaciones políticas, de su visión de un mundo en libertad.
Surgió una poesía subjetiva amorosa, moral y social. La intimidad se enfatiza, se habla a gritos, con una excesiva retórica. Pocos pulsaron la cuerda del intimismo menor, tal vez Gil y Carrasco y, después, Bécquer y Rosalía.
1840 es el año excepcional: Poesías de Espronceda, Ternezas y flores de Campoamor, Poesías de Pastor Díaz, Poesías caballerescas y orientales de Arolas. En 1841: Poesías de Gómez de Avellaneda. Después vendría Zorrilla.
Abundó la poesía satírica y festiva en autores como Martínez Villergas. Floreció la poesía narrativa en consonancia con la revitalización del Romancero antiguo: El estudiante de Salamanca y El diablo mundo de Espronceda, los Cantos del trovador de Zorrilla y los Romances históricos del Duque de Rivas. Son poemas largos y filosóficos o cortos (romances, leyendas o cuentos). La leyenda la practicó Zorrilla en sus Cantos del trovador. Vagamente histórica, a veces inventada, por lo general se centra en tradiciones folclóricas o literarias ligadas a lugares famosos, mezclando historia y fantasía, usando lo maravilloso y lo misterioso, el milagro y lo sobrenatural, etc.
La poesía romántica, al expresar un ideal y un mundo interior se pobló de símbolos para expresar el misterio, la melancolía y el amor imposible. Símbolos muchas veces tomados de la Naturaleza, como las hojas caídas (desilusión). Además, el colorido descriptivo exigió un lenguaje sonoro, musical y pictórico.
Desaparece la mitología clasicistas y aparece la nórdica (sílfides, walkirias) ossianica.
El romanticismo propugnó utilizar todas las variaciones métricas existentes. La polimetría fue práctica frecuente, como las escalas ascendentes y descendentes de Espronceda. Los románticos liberaron a la poesía de las limitaciones preceptistas. Abundó la silva, el endecasílabo agudo, la octava real, el terceto en la epístolas y la lira. La estrofa más popular fue el cuarteto y el verso octosílabo cobró vigencia junto a la redondilla y la quintilla del teatro. Espronceda popularizó la octavilla aguda en la Canción del pirata.

La novela

El romanticismo puso de moda la novela histórica y la novela social o de costumbres, en la línea de Scott, Hugo y Dumas. Como Sancho Saldaña de Espronceda y El doncel de Don Enrique el doliente de Larra en 1834. El Señor de Bembibre de Gil y Carrasco en 1844, y muchas más: Navarro Villoslada, García de Villalta, Escosura, Estébanez, etc.
Son novelas ambientadas en la Edad Media, melodramáticas, como las de Scott, novelista muy admirado en España. Las hay superficialmente históricas y comprometidas, que buscan iluminar el presente a través de ejemplos pasados.
Se cultivó el regionalismo novelesco, buscando una identidad perdida y una exaltación de la historia local, como en los casos de Cortada, López Soler, Gil y Carrasco y Navarro Villoslada.
La novela social y de costumbres se inicia en la década de 1840, sobre la base de traducciones de Balzac, Dumas, Sand o Sue. El gran novelista social español fue Ayguals de Izco, introductor de Sue, preocupado por los problemas de la clase obrera. Popularizó la novela folletín o por entregas, hoy llamada folletinesca, melodramática, cuyos temas eran históricos, obreristas y sexuales. Su novela más conocida fue María o la hija de un jornalero (1845), cuya protagonista es acosada por un clérigo y un noble.

El Costumbrismo

Entre 1820-1830 sobresalen Larra, Mesonero y Estébanez en revistas y periódicos. Publican sus Artículos (Larra, 1835-37), Panorama matritense (Mesonero, 1835) y Escenas andaluzas (Estébanez, 1846). A ellos se suman otros escritores: Antonio Flores, Modesto Lafuente, etc. Y un libro colectivo: Los españoles pintados por sí mismos, de 1834-44.
Por un lado los costumbristas pretendían salvar un mundo que se iba, el alma castiza de la nación. Por otro, testimoniar un mundo cambiante y defender a España de la visión de los extranjeros, algo deformada, con una descripción de sus tipos y costumbres realista. También censurar los defectos de la sociedad española. Larra era crítico profundo y Mesonero más superficial.
La importancia del costumbrismo romántico fue grande. Con sus métodos de observación y análisis de la realidad abrió el camino a la novela realista.
BIBLIOGRAFÍA

¨Juan Luis Alborg, Historia de la Literatura Española. El Romanticismo, Madrid, Gredos, 1980.
¨Víctor García de la Concha, Historia de la Literatura Española. El Siglo XIX (I), Madrid, Espasa Calpe, 1998.
¨Susan Kirkpatrick, Las Románticas, Castalia, Madrid, 1991.
¨Vicente Llorens, El romanticismo español, Madrid, Fundación Juan March, Castalia, 1983.
¨Ricardo Navas Ruiz, El romanticismo español, Madrid, Cátedra, 1982.
¨E. Allison Peers, Historia del movimiento romántico en España, Gredos, Madrid, 1954, 2 vols.
¨Leonardo Romero Tobar, Panorama crítico del romanticismo español, Madrid, Castalia, 1994. 

 

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